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¿ÉSTE ES TU TRABAJO?

Uno de los trabajos que suelo hacer desde hace años es realizar caricaturas en vivo en eventos. Es un trabajo que me encanta, porque hago a la vez dos de las cosas que más me gustan: dibujar y entretener a la gente. Me apasiona ver la cara de la gente cuando le enseño la caricatura, ver cómo disfrutan en directo de mi trabajo, puesto que en general, con mi trabajo de estudio, no tengo ocasión de ver la reacción del cliente al ver el trabajo final. Me encanta el trato directo con la gente, y me encanta la fascinación con que muchas veces me miran trabajar.


Caricatura realizada en vivo en una boda

En muchos de esos eventos la gente solía dirigirse a mí y lanzarme una pregunta: “¿Este es tu trabajo?”. Esa pregunta me sentaba bastante mal, porque notaba en ella incredulidad y sarcasmo, y un punto de menosprecio hacia mi trabajo.

Déjame que te cuente algo antes de seguir:

Realizar caricaturas siempre ha estado en mi ADN. Siempre me encantó caricaturizar a profesores, a familiares, a amigos… pero nunca me lo planteé cómo una opción profesional. En general nunca conté con demasiado apoyo para dedicarme profesionalmente a lo que me gustaba hacer. “Del dibujo no se vive” “Eso es una pérdida de tiempo” “¡Estudia una buena carrera y consigue un buen trabajo!”. ¿Un buen trabajo? ¿Y qué narices se supone que es un buen trabajo? Evidentemente, en la sociedad en que vivimos un buen trabajo es un trabajo estable de 9 a 5 en una oficina con el que pagues tus facturas, tu casa y todas esas cosas que no necesitas. Da igual si ese trabajo te llena o no te llena. Da igual si es o no es el trabajo de tus sueños, da igual si te despiertas cada mañana sin ganas de levantarte… Creciendo con esas ideas, con ese entorno, es normal que nos cueste tanto luchar por nuestros sueños. Pero sobre todo que nos cueste creer en nuestros sueños. Yo seguí ese camino, el del conformismo, y cuando terminé el bachillerato estudié filología española, porque así me lo exigieron mis padres. Y bueno, como es de suponer, no duré demasiado. Tenía claro que eso no era para mí. En seguida dejé los estudios y me puse a trabajar en una tienda de música en el centro de Barcelona. Dentro me ardía algo que no podía distinguir. Ahora, con el paso de los años tengo claro lo que era: eran mis sueños de dedicarme al dibujo profesionalmente, sepultados por años y años de frases como “El dibujo es solo una afición” o “Con esto nunca podrás ganarte la vida”, que habían ido creando en mí unas firmes creencias de que realmente no se podía. Pero esa llama en mi interior se fue haciendo cada vez más grande. Finalmente, después de un año trabajando, a través de un amigo conocí una escuela en la que enseñaban animación, y algo me chispeó en la cabeza. Eso era. Ese era el camino que debía tomar. Porque hay momentos en la vida en que simplemente lo notas, notas que todo se alinea y que estás en el lugar y en el momento adecuado, y que la decisión que tomes en ese momento, que el siguiente gesto que hagas puede cambiar tu vida para siempre. Hice caso a ese instinto y comencé a estudiar dibujo y animación. No fue fácil, porque en aquel entonces yo ya me había independizado y debía pagarme la casa y todos los gastos, además de los estudios, de modo que mientras estudiaba hice todos los trabajos que se me cruzaban por delante (comercial, vigilante de seguridad, camarero…). Iba a trabajar, luego a estudiar y luego llegaba a casa y me ponía a estudiar y a dibujar. Estaba obsesionado con conseguir mi objetivo. Cada paso que daba, cada acción que hacía iba encaminada a acercarme cada vez más a mi objetivo: vivir del dibujo. Dos años después, antes incluso de terminar la carrera, conseguí un fantástico trabajo en el mundo de la publicidad. Y de ahí, a base de trabajo duro, de disciplina y foco, fui alcanzando mi sueño, y lograr vivir de mi pasión: el dibujo.


Trabajando en vivo en un evento reciente

Pues bien, ahora que sabes todo esto, puedes hacerte una idea de lo mucho que me removía por dentro cada vez que una de esas personas me preguntaba: “¿Este es tu trabajo?”.

Hasta que un día una chica me hizo esa pregunta y cuando yo le respondí que sí ella me dijo: “¡Que suerte!”. Entonces pude sentir como dos piezas encajaban en mi cabeza. Porque entonces comprendí el verdadero significado de esa pregunta que tantas veces me había sacado de quicio. No había sarcasmo, ni menosprecio. Lo que había era admiración y respeto. Admiración porque me dedico a hacer lo que realmente amo, y respeto porque lograr conseguir eso requiere un gran esfuerzo.

Así que no tengas ninguna duda de que si yo lo conseguí, tú también puedes conseguir cualquier cosa que te propongas si estás dispuesto a poner toda tu ilusión, tu pasión, tu disciplina y tu foco en conseguirlo. El camino no va a ser fácil, pero cuando el objetivo vale la pena eso no importa.

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